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El genocidio de los tutsis se basa en la política colonial y la ideología racista desarrolladas por los países occidentales durante el XIX^e siglo. Basándose en una gramática de sujeción a través de herramientas clasificatorias (el mapa y el censo en particular), el despliegue del colonialismo se basó en jerarquías totalizadoras que permitían someter y vigilar tanto a las personas como al espacio. Las «etnias» hutu y tutsi proceden así de la imaginación de los colonizadores belgas que instituyen el mito de una raza tutsi superior.
A principios de los años 1960, el movimiento de liberación colonial, apoyándose en gran parte en un etno-nacionalismo hutu, implantó duraderamente en la sociedad rwandesa el rechazo de la «clase dominante» tutsi. Explotado y exaltado el antagonismo étnico se convierte en un componente esencial de la nueva República de Rwanda que reduce progresivamente toda forma de oposición política, en particular el Frente Patriótico Rwandés (los Inkotanyi), a una lucha racial.