Nacida en Kiev el 11 de febrero de 1903, Irène Némirovsky creció en la veneración de la lengua francesa, el terror del gueto y la ignorancia de la cultura judía. Demasiado joven para recordar
el pogromo de octubre de 1905, su primer recuerdo es el carnaval de Niza, en 1906. Su padre, Leonid, «pequeño judío oscuro», es audaz en los negocios y sabe cerrar los ojos a las aventuras de su esposa. Irène, por el contrario, no perdona a su madre el despido de su amada institutriz. Cuando llega la guerra, Leonid se convirtió en un banquero familiar de los círculos de poder.
En febrero de 1917 Irene asiste a los «manifestaciones del pan», luego a un simulacro de ejecución: el espanto sucede al entusiasmo.

En enero de 1918, La revolución bolchevique obligó a los Némirovsky a huir de San Petersburgo en trineo hacia unas vacaciones finlandesas. Irene escribe allí sus primeros versos y devora a los autores franceses. Es de Estocolmo, en el final de la primavera de 1919, que consigan ganar Francia, «el país más hermoso del mundo»...




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