Este lunes 7 de abril de 2025
Encuentre en esta ocasión, la totalidad de la alocución de Jacques Fredj, director del Memorial de la Shoah:
Nos reunimos hoy para conmemorar un crimen absoluto: el genocidio perpetrado contra los tutsis en Rwanda en 1994. Hace treinta y un años, en el espacio de cien días, más de un millón de hombres, mujeres y niños fueron exterminados. Asesinados no por lo que habían hecho, sino por lo que eran.
El genocidio es siempre el resultado de una ideología racial que construye un enemigo, justifica su persecución y prepara su exterminio. Antes de las matanzas, está la propaganda.
Antes de las balas y los machetes, están las palabras que matan. Una propaganda del odio que ayuda a preparar a la población.
En Rwanda, como durante el Holocausto y el genocidio de los armenios, la propaganda allanó el camino al crimen deshumanizando a sus víctimas. Los tutsis fueron llamados
La propaganda que galvanizó a las multitudes nos recuerda que el genocidio comienza con palabras.
Este lenguaje nunca es anodino: precede siempre al paso al acto.
Pero conmemorar un genocidio no es solo honrar la memoria de los desaparecidos. También es defender la verdad.
Estamos atravesando una época, un momento en el que la palabra «genocidio» se desvía a menudo de su sentido, es desvalorizada, instrumentalizada con fines políticos. Ahora bien, hablar de genocidio es nombrar con precisión un crimen único en su radicalismo: la aniquilación deliberada de un grupo por lo que es. Emplearla incorrectamente es correr el riesgo de debilitar nuestra capacidad colectiva para reconocer y prevenir los verdaderos genocidios.
La ideología racial, la intencionalidad y la planificación son características comunes de los genocidios. Los trabajos de los historiadores han demostrado muy claramente la existencia de un plan de eliminación de los tutsis ideado por los extremistas cercanos al poder hutu. Además de la magnitud de las matanzas, es sobre todo esta planificación la que permite calificar jurídicamente los acontecimientos de genocidio.
Existe también otra amenaza: la negación. Todos los genocidios tienen en común su borrado programado, ya sea por los propios verdugos o por sus herederos ideológicos.
Después del Holocausto, hubo el negacionismo. Después del genocidio de los armenios, hubo un siglo de negación. Todavía hoy vemos resurgir discursos que cuestionan la realidad del genocidio de los tutsis, especialmente en el contexto de las tensiones actuales en la República Democrática del Congo.
Algunos buscan reescribir la historia, minimizar los hechos, confundir las responsabilidades.
Sabemos adónde conduce la negación. Abre la puerta a nuevas violencias. Permite a los criminales del mañana creer que su crimen también podrá ser borrado.
Este año también se conmemora el 110o aniversario del genocidio armenio. En 1915, en Anatolia, el Imperio Otomano llevó a cabo el exterminio sistemático del pueblo armenio. Su persistente negación ha dado una terrible lección a los genocidas del siglo XX: que se puede matar a un pueblo y borrar su historia. En 1939, el mismo Hitler declaraba a sus generales: «¿Quién recuerda todavía la masacre de los armenios?»
Nuestra responsabilidad no se limita a las palabras. No basta con conmemorar, también hay que actuar.
Con toda humildad, el Memorial de la Shoah tiene el honor de poner su experiencia al servicio de la memoria. El Memorial de la Shoah está muy orgulloso de haber contribuido a la clasificación de los archivos de la asociación Ibuka, que reúne a los supervivientes del genocidio. Preservar estos documentos es impedir el olvido y proporcionar a las generaciones futuras pruebas irrefutables de lo que sucedió.
El año pasado también organizamos un seminario para guías de lugares conmemorativos del genocidio en Ruanda. La transmisión de la historia no puede hacerse sin los que, sobre el terreno, llevan la memoria y la hacen accesible a los visitantes del mundo entero.
Por último, trabajamos estrechamente con el ministerio rwandés de la Memoria sobre la ordenación de los lugares de memoria y sobre la clasificación de los archivos del genocidio. Porque estos lugares no son simples vestigios del pasado: son advertencias para el futuro. Recuerdan a las nuevas generaciones que el horror nunca está lejos cuando el odio se convierte en una política de Estado. Por último, la conservación de los archivos es urgente e indispensable tanto para escribir como para transmitir esta historia.
Transmitir es también una de las misiones fundamentales del Memorial de la Shoah.
En este sentido, quiero agradecer calurosamente a los alumnos de Troisième del colegio Jorissens de Drancy, que están aquí con sus profesores Madame Isabelle Louvet y Sacha Betton.
Bajo nuestra égida y en colaboración con el departamento de Seine-Saint-Denis, han llevado a cabo un proyecto pedagógico sobre el genocidio de los tutsis. Este trabajo de memoria, coordinado por Laurine Bahloul con la directora y actriz Elishéva Décastel, es un ejemplo valioso del compromiso de las generaciones jóvenes para comprender, recordar y luchar contra el olvido.
Este proyecto encarna lo que debemos alentar: una memoria viva, una memoria transmitida, una memoria que educa y previene.
Dentro de unos días leeremos los nombres de los judíos deportados de Francia en el Memorial y conmemoraremos el 24 de abril de 1915 que marca el inicio del Genocidio de los armenios del Imperio Otomano.
Quisiera manifestarles con nuestra acción y mi presencia nuestra solidaridad, no sólo la que debe unir a todas las víctimas de los genocidios sino también la que proviene de todas las mujeres y hombres comprometidos con la libertad, la tolerancia y la democracia.
Para terminar, quisiera inclinarme simbólicamente ante la memoria de las víctimas del genocidio de los tutsis: mujeres, niños y hombres. También pienso en sus familias y en los supervivientes que no tienen más remedio que tratar de vivir con esos recuerdos, con esas imágenes de horror que han presenciado y con la ausencia de sus seres queridos.
Quisiera agradecer a Ibuka el trabajo indispensable que realizan para hacer vivir y transmitir esta historia, pero también agradecerles su confianza.
Como todos los años me gustaría decirle en nombre del Memorial que puede contar con nosotros.
A su lado, reafirmamos con fuerza nuestro compromiso: transmitir y enseñar esta historia, y más generalmente enseñar la historia de los genocidios para mostrar las consecuencias del racismo y el antisemitismo, luchar contra el olvido, contra la negación, y contra cualquier intento de instrumentalización de la historia.
Nunca dejemos que la verdad vacile.
Muchas gracias.»