Consejos para enseñar la historia del Holocausto en la escuela secundaria

¿Cómo abordar la historia del genocidio con las clases de secundaria? El equipo pedagógico del Memorial ha elaborado, junto con los docentes, un conjunto de consejos operativos para los profesores de las escuelas secundarias y de bachillerato.

Abordar el Holocausto en clase, ya sea en la universidad o en la escuela secundaria, nunca es trivial. Para muchos docentes, y su percepción nos parece legítima, este episodio de la Segunda Guerra Mundial es un momento particular de nuestra historia contemporánea. El número de víctimas, la naturaleza misma de las mismas: hombres, mujeres, niños, jóvenes, ancianos, enfermos o bien sanos, etc., la manera en que fueron asesinados, la maquinaria administrativa e industrial que hizo posible lo que parece salir del entendimiento, Todo esto da al curso sobre el Holocausto una dimensión cuya carga emocional parece superar todo lo que los alumnos han podido aprender hasta ahora, pero también todo lo que los profesores han podido transmitir durante el año en curso.

Sobrevolado, incluso ignorado durante los años 1970-1980, la enseñanza del Holocausto ha tomado hoy en clase un lugar si no preponderante, al menos imprescindible que hace de este curso a menudo un momento fuerte del año. Es precisamente ahí donde se plantea el problema:

Es necesario hacer de la enseñanza del Holocausto una enseñanza voluntariamente puesta en relieve, cargada de una emoción oída respecto a los otros capítulos abordados durante el año o bienlo integra en la continuidad lógica y cronológica sin hacer de ello un momento particular del año en curso de historia?
La dimensión trágica del Holocausto y los interrogantes que de él se derivan no parecen permitirnos abordar esta enseñanza como cualquier otra.

Sin embargo, creemos que se deben tomar precauciones para evitar algunos escollos.

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© Florence Brochoire

Curso de historia, no moral

La enseñanza del Holocausto puede y debe apelar a la emoción, al afectivo, pero éstos no dan la materia de un curso de historia. Contentarse con lo emocional no es hacer historia. Por ejemplo, escuchar el testimonio de un sobreviviente de los campos de la muerte no puede ser una lección sobre el Holocausto para los estudiantes de secundaria y bachillerato, pero es muy útil e informativo como complemento.
Leer testimonios conmovedores de niños escondidos, de historias trágicas de ghettos polacos, de supervivientes cuya familia ha desaparecido no puede venir solo como trabajo suplementario pero no nos parece que deba ser el corazón de un curso sobre el exterminio de los judíos.

Sin embargo, estos escritos pueden ser utilizados por el profesor como documentos pretextos para su puesta en perspectiva en el marco del proyecto global que fue el Holocausto.

En efecto, nos parece que la enseñanza del Holocausto no debe limitarse a un curso de moral, en el sentido moralizante del término, que se resumiría en un «nunca más» culpable.
De hecho, el Holocausto es un acontecimiento histórico y debe ser abordado como tal. Se trata entonces de hacer comprender a los alumnos que el exterminio es la última etapa de un proceso bien puesto en luz por el historiador americano Raúl Hilberg: definición, exclusión y expoliación, concentración y liquidación.

Importancia de la palabra correcta

El curso debe utilizar conocimientos precisos. Por lo tanto, el vocabulario debe ser correcto y dominado. El profesor debe, por ejemplo, ser prudente con el uso de las palabras de los verdugos y emplearlas sistemáticamente entre comillas; el empleo de los términos relativos a los diferentes campos (internamiento, concentración, centros de matanza en lugar de exterminio) deben permitir hacer hincapié en las diferencias de trato entre las poblaciones que se dirigen a ellas.

El profesor debe también insistir en el vocabulario empleado por los propios nazis, así como el relativo a los judíos que pretende deshumanizarlos, sobre su alcance y banalización, el que se refiere al asesinato de millones de personas, cuyo objetivo es ocultar el horror y la magnitud del crimen del que los nazis eran conscientes.

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© Florence Brochoire

Rapidez y simultaneidad

El profesor, nos parece, debe insistir en la decisión tardía de la «Solución final» (finales del verano-otoño 1941) y vincularla no solo a la progresividad del discurso y de las violencias antisemitas sino también a la guerra en el Este contra el «judeo-bolchevismo». Así, no se pueden olvidar las matanzas perpetradas por los Einsatzgruppen en el frente del Este (1,5 millones de muertos por disparos).

También debe destacarse la rapidez de ejecución. Así, el profesor puede mostrar a los alumnos, utilizando el ejemplo de Francia, que entre el 27 de marzo de 1942 (fecha del primer convoy que partió de Francia hacia Auschwitz) y el 30 de septiembre de 1942 (convoy n°39), la mitad de las víctimas judías que partieron de Francia ya han sido deportadas; las tres cuartas partes lo son al 7 de diciembre de 1943 (convoy n°64). Podemos considerar que entre marzo de 1942 (inicio de la operación Reinhardt) y noviembre de 1943 los tres cuartos de los judíos víctimas del Holocausto murieron. En 1944, 434.000 judíos de Hungría son deportados en 7 semanas a Auschwitz-Birkenau (del 16 de mayo al 9 de julio de 1944).

El profesor también puede insistir en la coincidencia de las acciones llevadas a cabo por los nazis: así, el 16-17 de julio de 1942 tuvo lugar en París el Rafle du Vélodrome d'Hiver, el 22 de julio comenzaron las grandes deportaciones de Varsovia que duraron hasta septiembre, (durante las cuales 300.000 personas son enviadas a Treblinka y asesinadas). Entre estas dos fechas se toma la decisión de construir los cuatro grandes crematorios de Birkenau por el propio Himmler.

Cómo se forja el verdugo

El profesor puede también, apoyándose sobre todo en el trabajo realizado por el historiador Christopher Browning, reflexionar con los alumnos sobre la aptitud ordinaria de los hombres para una extraordinaria inhumanidad, a la banalidad de los asesinos y del mal, pero también a la sumisión ciega a la Ley, a la obediencia a la autoridad legitimada por la ideología y el adoctrinamiento, a la preocupación de conformación al grupo que constituyen factores que pueden conducir a hombres ordinarios a convertirse en asesinos según las circunstancias.

Genocidios plurales

Para situar bien el Holocausto en la Historia, el profesor puede dedicarse, si los alumnos lo piden, directa o indirectamente, a un rápido trabajo de comparación. Ésta debe permitir cualificar mejor el Holocausto, distinguir mejor sus especificidades pero también su unicidad y no, evidentemente, edulcorarla o relativizarla:

Abordar rápidamente, por ejemplo, el genocidio de los tutsis en Rwanda (1994) puede revelar los puntos comunes entre los discursos de los dirigentes nazis y los de los dirigentes hutus, pero también la voluntad afirmada de exterminar una población hasta el último de sus miembros, empezando por los niños. El modo artesanal del genocidio rwandés contrasta con el modo industrial del exterminio de los judíos de Europa y es una diferencia que se puede hacer aparecer.
Cualesquiera que sean los cursos y sus contenidos, nos parece que enseñar el Holocausto requiere un conocimiento profundo del tema y de las cuestiones que éste plantea.